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Lorca en Lima

Publicado: 2011-04-14

Los años 20, en España, fueron años de prosperidad, de expansión económica y modernización. Por la conjunción de artistas como Picasso, Dalí, Buñuel, Miró, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Rafael Alberti, Pau Casals y Manuel de Falla, se hablaba de la “Edad de Plata” española. Con el inicio de la Segunda República, a comienzos de los 30, la modernización de España se acentuó y se generó un espíritu optimista que soñaba en convertirla en émulo de los países más adelantados de Europa.

En política, sin embargo, había una inestabilidad contenida que sería propiciatoria del fin de toda esta época maravillosa. Básicamente existían insalvables contradicciones entre izquierdas y derechas, que se alternaban en el poder y que no llegaban a satisfacer las expectativas de la mayoría de la población. Aunado a ello ocurría también un verdadero conflicto entre grupos anticlericales exigiendo un país laico, enfrentados radicalmente a católicos ultraconservadores (Nin dice con mucha frustración en 1931, ante un nuevo gobierno de izquierda: “Por lo que se refiere a las relaciones con la Iglesia el gobierno provisional ha proclamado su deseo de mantener un contacto amistoso con la Santa Sede… sin decir una palabra de la que constituye una de las reivindicaciones tradicionales de la democracia, la separación de la Iglesia y del Estado” Nin 2007, pág. 59).

Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca nace en 1898 en Granada, Andalucía, hijo de de una maestra de escuela  y de un agricultor enriquecido por el boom de la remolacha de fines del siglo XIX (Ian Gibson 2003). Fue el mayor de nueve hermanos y hermanas que por enfermedad de la madre, Vicenta (Gibson la presenta fría, distanciada, exigente consigo misma), eran entregados a una nodriza para ser amamantados.

VICENTA: Jamás te faltó nada

LORCA (Muy dolido): ¿”Nada”?

VICENTA: Si algo echaste de menos, supiste buscarlo en el pantano

LORCA: Amor, madre

VICENTA: ¡Calla!

LORCA: Siempre el silencio.  ¡Siempre!  Afuera el mundo estalla en aromas, pero entre estas paredes las flores se secan oliendo a tumba.  Aquí las raíces me crecen, me aprisionan.  Y en vez de patear y morder para romperlas, busco que me rodees con tus brazos.  ¡Tú eres las raíces, madre!  Di por qué no me quieres y me iré.  Mata al fin mi esperanza para no regresar cada verano, ni seguir escarbando con navajas donde más duele. (“Sangre como Flores: La pasión según García Lorca” por Eduardo Adrianzén, puesta en escena en el Teatro del ICPNA de Miraflores, entre el 3 de febrero y el 13 de marzo del 2011, dirigida por Alberto Isola).

La primera obra de Lorca se registra en 1918 (“Impresiones y paisajes”). En la década del 20 aparecen “Libro de Poemas” (1921), “Poema del Cante Jondo” (1921), “Oda a Salvador Dalí” (1926), “Romancero Gitano” (1928) y sus obras teatrales “Mariana Pineda” (1927) y “Retablillo de Don Cristóbal” (1928). En el año de 1930 aparece el libro de poemas sobre su experiencia americana “Poeta en Nueva York” y escribe sus obras teatrales “Así que pasen cinco años” y “El público”, esta última una obra escrita en Cuba que, el mismo Lorca dice, es de tema “francamente homosexual”.

LORCA: En Cuba me di maña para escribir un drama

AMIGO ESCRITOR: ¿El de la famosa prima Aurelia?  Va un lustro que lo anuncias

LORCA: Otro.  Uno que no se puede montar

AMIGO EMBAJADOR: ¿Por qué motivo?  ¿Se aburriría el público?

LORCA: “El público, el público”.  ¡Que pase el público!  El público se conforma con palabras: cree que el mugir de las vacas es elocuencia y el cielo un cartón pintado de añil.  El público quiere que las sillas se vuelvan camas para dormirse mejor, mientras la escenografía y los vestidos se hacen pasar por personajes.  Recuerdo mis gritos de protesta cuando de niño me llevaban al teatro: “¡madre, se están sentando, vámonos, que se están sentando, y se pondrán a conversar dos horas!”

AMIGO EMBAJADOR: ¿Y cómo sabría el público de qué va la pieza?

LORCA: Cuando vea sus butacas manchadas de sangre.  La realidad te corta con navajas...

En 1932, poco después de la proclamación de la Segunda República, con un gobierno de izquierdas, Lorca es nombrado director del nuevo teatro de la Universidad de Madrid, La Barraca, con el compromiso de llevar a zonas rurales obras representativas del teatro clásico español. En 1933, con la victoria de la derecha en las urnas, le  cortan la subvención para La Barraca y declara “Cuando no tengamos trajes ni decorados, representaremos con nuestros monos el teatro clásico. Y si no nos dejan levantar el tabladillo, representaremos en plena calle” (Gibson, p.290). En este periodo intenso de la Segunda República escribe “Bodas de Sangre” (1933), “Yerma” (1934), “Llanto por Ignacio Sánchez Mejía” (1935) y “La Casa de Bernarda Alba” (1936). Mostrándose el poeta cada vez más comprometido con su entorno social a la vez que más atrevido (“una de las finalidades que persigo con mi teatro es precisamente aspaventar y aterrar un poco. Estoy seguro y contento de escandalizar”).

Dice Gibson: “Desde el estreno de Yerma, en diciembre de 1934, Lorca venía siendo objeto de ataques cada vez más virulentos en la prensa de derechas, a la que aquella obra había ofendido profundamente. El Debate –el diario católico más leído del país- habló de la odiosidad de la misma, de su ‘inmoralidad’ y sus ‘blasfemias’. Para Informaciones, no cabía ‘nada más soez, grosero y bajo que el lenguaje empleado por el señor García Lorca’; ‘se ha contaminado el poeta y ha enfangado su pluma’, despotricó ABC” (p.290).

En febrero de 1936 triunfa en las elecciones, por escaso margen, el Frente Popular, una coalición de partidos marxistas, republicanos y nacionalistas respaldados por el movimiento obrero, los sindicatos y los demócratas constitucionales, coalición a la que Lorca había dado su apoyo públicamente.

Lorca vuelve a Granada el 13 de julio. El 18 de julio de 1936 fracasa un intento de golpe de estado de parte de la derecha conservadora, aliada a la iglesia católica, contra el gobierno izquierdista del Frente Popular, lo que da inicio a la guerra civil.

RUIZ ALONSO: Hoy, dieciocho de julio de mil novecientos treinta y seis, España se alza en armas y despierta.  Nuestra España castiza, auténtica y profunda: centinela de occidente, baluarte de la fe, martillo de ateos y de rojos.  Así como los reyes católicos expulsaron infieles y moriscos en su heroica gesta de antaño, de igual modo hoy toca barrer de nuestro suelo a los autoproclamados liberales, comunistas y miserables de toda laya, quienes cobijados por esos engendros del mal que llaman “república” y “democracia”, han corrompido lo más sagrado que tenemos.  Ha llegado la hora de limpiarnos de los antipatriotas que sembrando el caos y la anarquía, traicionaron vilmente nuestra historia.  Porque la historia de España, es la de los más altos ideales del espíritu.  No la de aquellos pervertidos que la infectan, no. ¡Nosotros solo existimos para las cosas altas y grandes!  Por ello cuando decimos "arriba España", en apenas dos palabras resumimos nuestra esencia, y exigimos volver al lugar que el destino nos señala.  Y ese lugar es: ¡arriba!  Cerca de la virtud, del ideal supremo.  ¡Cerca, sobre todo, de Dios, de su obra y su camino, porque familia que reza unida, unida permanece!

El 16 de agosto Lorca es detenido por Ramón Ruiz Alonso, ex diputado por Granada de la Confederación Española de Derechas Autónomas. Dice Gibson: “No hubo manera de salvar a Lorca porque era considerado por las autoridades rebeldes, apoyadas por la iglesia, como rojo peligrosísimo. Le asesinaron cerca del pueblo de Alfecar en la noche del 17 al 18, o 18 al 19 de agosto de 1936, al lado de dos banderilleros y de un maestro de escuela. Casi seguramente le torturaron primero” (p. 293-294).

LORCA: ¿Huir como un animal de presa?  ¡Pero qué delito he cometido, qué!

VICENTA: ¡Tu cuñado ya debe estar muerto!  Los que entran detenidos al cuartel no salen más.  Son fusilados por cientos en las afueras.  ¡Corre, que vendrán por ti!

LORCA: ¡No puedo!  ¡Soy de torpes andares!

VICENTA: ¡Tendrás que poder, y en la oscuridad!

LORCA: Esta noche toca luna llena.  ¡Alumbrará los caminos, me atraparán igual!

VICENTA: ¡Inténtalo!  Corre sin mirar atrás y no vuelvas hasta que los malos vientos pasen.  ¡Pero si se quedan, jamás regreses!  Afíncate donde te dan laureles, porque esta tierra se llenará de cruces

LORCA: Si fuera así, ¿vendrás conmigo?

VICENTA: Este es mi sitio 

LORCA: ¿No te importará no verme más?  ¿No me buscarías?

VICENTA: ¡No!  Yo no festejo tu impudicia, ni tu escándalo, ni aplaudiré tu deshonra en mi vejez.  Si para ti es orgullo que te arrojen piedras, yo prefiero morir lejos con el rosario en la boca.  ¡Esa corona de espinas, llévala solo!

LORCA (Pausa): ¿Por qué no me quieres, madre?

VICENTA (Da voces): ¡Angelina!  ¡Prepara cantimploras!

LORCA: Tu vergüenza es un pretexto que ya no me confunde.  ¡Ten valor y di que no me quieres!

VICENTA: ¿Tienes dinero para cruzar los mares?  ¡Habrá que darte mucho!

LORCA: No es solo por juntar trigo con trigo.  Es algo más que no me dices

VICENTA: ¡No hables indecencias ante mí!

La obra de Adrianzén es una cascada prodigiosa de imágenes de la vida trágica del poeta dramaturgo, al que no solo habría que haber leído sino del que habríamos tenido que haber leído para disfrutar mejor de este trabajo de exquisita filigrana. Pongo el ejemplo que más aprecio: cuando entra en escena el “Amigo escritor”, Lorca, saludándolo, hace una referencia a Dalí y el amigo escritor le dice “Le hechas de menos” y Lorca responde:

"Pero ya no duele. Hace mucho que el mar se llevó ese piano de cola. Junto con los borricos de mi ex amigo, el viril macho aragonés que hoy me insulta en sus películas."

El “Amigo embajador” interviene: “Para Dalí nostalgias. Para Buñuel rencores”. Y la conversación continúa sobre otros temas, dejándonos encantados de haber escuchado esa frase surrealista que nos refiere al documentado amor de Lorca por Dalí, al “Cráneo atmosférico sodomizando un piano de cola” (los pianos son una constante en las obras del pintor catalán, el cráneo es Lorca, claro, el de la cabeza grande), al piano de cola flotando en el mar que veía Dalí en su niñez durante las veladas musicales de sus amigos los extravagantes Pichot y, por supuesto, a “Un Perro Andaluz” (donde aparece un piano de cola con dos borricos putrefactos encima), el corto de Buñuel y Dalí, del que el granadino entendía había sido hecho para burlarse de él y su homosexualidad.

La puesta en escena de Alberto Ísola era sobrecogedora, lo blanco de las sábanas y los vestidos no iluminaba, más bien resaltaba la oscuridad así como el negro y el rojo sangre que predominaban en el escenario. Me voy dando cuenta que la visión de Ísola para el drama es de campeonato: Hacía poco nomás nos había regalado uno de los mejores momentos del teatro con la escena en Madre Coraje donde Alejandra Guerra, pasando sobre la cabeza de los espectadores, atrae las balas hacia sí.

Unida a la puesta de Ísola, la voz desgarrada de Sofía Rocha (que, escuchándola en el doble papel de madre y de Bernarda Alba, nos remontaba a su terrible Medea, volviéndonos a traer las agobiantes sensaciones de la tragedia griega en la que recién había trabajado ¿es posible ese préstamo de sensaciones de una obra a otra por medio de la actriz que trabaja en ambas?) profundiza el efecto del final terrible que se avecina. Inolvidable.

Hay una lectura adicional. Seguro que no fue a propósito, pero Adrianzén e Ísola lograron que esta se estrene en un momento en que, debido a la coyuntura electoral, se discutía ampliamente en los medios (ahora, un par de meses después, el tema prácticamente ha desaparecido) los derechos LGTB (desde seguir realizando besos contra la homofobia hasta el matrimonio igualitario, pasando por la alternativa de la unión civil y penar más duramente los crímenes de odio). La obra enfoca también, sin maquillajes y hasta crudamente, el lado homosexual del vate y su muerte se nos muestra, además de como un asesinato político, como un crimen de odio. La crítica no fue buena (ver aquíaquíaquí y hasta aquíesta, en cambio, va en otro sentido) y, por la impresión que tuve el día que fui, parece que el público tampoco lo acompañó (aunque debo decir que no hubo mucha publicidad). Una lástima, pues no solo es una puesta inspirada y un texto inteligente sino que, además, es una obra única en mostrar, en estos tiempos de nuestro Cardenal opusdeista, el horror al que puede llevar la intolerancia, la discriminación y la homofobia.

LORCA: ¿De qué me acusan?  ¿Qué?

RUIZ ALONSO: Conspiración.  Traición.  Espionaje al servicio de los rojos.  Mantener una radio clandestina para coordinar acciones con Moscú y los enemigos bolcheviques

LORCA: ¿Conspirador, yo?  ¿Una radio, yo?

RUIZ ALONSO: Pero eso es lo de menos.  El azar le obsequió la pericia de saber escribir.  ¿Y en qué la usó el señorito?  En dramas de zorras con calenturas que ofenden todo lo sagrado.  En insultar la honra de madres, hijas y esposas, ensalzando putas y gitanos

GUARDIA 1: ¡Muerte al invertido!

GUARDIA 2: ¡Hartos estamos ya de maricones!

RUIZ ALONSO: Vamos a darte por culo, porquería.  A los que son como tú vamos a escarmentar, para que otros aprendan a temer nuestra justicia.  Sabia es la naturaleza al impedir que tu calaña engendre hijos.  Bazofia son, excremento son.  A por culo vamos a darte, para más gloria del Dios que nos ampara.  A por culo como tanto le gusta, señorito dramaturgo, señorito poeta, con todos sus libros y sus famas.  ¡A por culo mientras se olvidaba de su padre, su madre, su iglesia, su patria y su historia toda!

Felizmente, en el Perú, no estamos en esos extremos. Estos son años de prosperidad, de expansión económica y modernización…

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Referencias:

Gibson, Ian 2003. "Lorca - Dalí. El amor que no pudo ser". Editorial Debols!llo, Barcelona.

Nin, Andreu 2007. "La Revolución española (1930-1937)". Editorial El Viejo Topo, España.


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